Arab Strap - Amor Veneris

miércoles, 22 de abril de 2009

It wasn’t long ago
We went on guided tours.
But I forgot what it meant
To pretend my hand is yours.


(L).

Excuse me, come again?

sábado, 18 de abril de 2009

Con cada persona que se entabla una conversación, existe un lenguaje diferente, ya sea corporal, ya sea expresado oralmente. Puede ir desde qué haces con las manos (cuando voy a un restaurante, a veces tomo un mechón de pelo y lo pongo atrás de mi oreja mientras pido la orden), hasta dónde diriges la mirada (la mayoría de las personas miran hacia arriba cuando están a punto de llorar pero no lo quieren hacer, como si dependiera de la ley de gravedad). Sin embargo, con ciertas (pocas) personas, existe una especie de lenguaje secreto, propio, que también implica miradas perdidas, palabras en clave, imágenes evocadas con el fin de conectar recuerdos.

**

El lenguaje es una piel: yo froto mi lenguaje con el otro. Es como si tuviera palabras a guisa de dedos, o dedos en la punta de mis palabras. Mi lenguaje tiembla de deseo. La emoción proviene de un doble contacto: por una parte, toda una actividad discursiva viene a realzar discretamente, indirectamente, un significado único, que es "yo te deseo", y lo libera, lo alimenta, lo ramifica, lo hace estallar (El lenguaje goza tocándose a sí mismo); por otra parte, envuelvo al otro en mis palabras, lo acaricio, lo mimo, converso acerca de estos mimos, me desvivo por hacer durar el comentario al que someto la relación


Roland Barthes (Fragmentos de un discurso amoroso).

**

Este lenguaje íntimo, tan propio, es como si uno hablara un idioma y la otra persona hablara otro, pero que aún así se entendieran. En el momento en que uno diga "¿Qué dijiste?" y el otro tampoco entienda la pregunta, es que el lenguaje ha desaparecido o, mejor dicho, ha devenido olvido.

**

Hablar amorosamente es desvivirse sin término, sin crisis; es practicar una relación sin orgasmo. Existe tal vez una forma literaria de este coitus reservatus: es el galanteo.


También Roland Barthes.

Si ella está en el centro del cuarto, sin hacer nada, no te puedo decir cómo está, porque tiene los ojos cerrados.

martes, 14 de abril de 2009

No sé por qué el fin del mundo lo relaciono tanto con el color turquesa.

Every Morning You Shine

viernes, 10 de abril de 2009

Un cambio al blog. Como que estaba de ociosa leyendo uno que otro post (recordar los viejos tiempos, el blog es bueno para eso y, por ende, malo para el alma) y me di cuenta de lo sobrio que se veía. Así que, un poco de color, por qué no, maldita sea. La foto, o intento de, es de un semáforo, creo, mientras iba en el coche camino a casa. No entiendo por qué demonios me gusta tanto esa imagen, me gusta pensar en el movimiento de la luz capturado en una foto, aunque la trampa es que es uno el que se mueve para lograr la figura.

**

Desde que leí El Ladrón De chicles de Coupland, no me quito de la cabeza eso de que las cosas no se superan, sino que te acostumbras a una nueva vida, a un nuevo momento, si es que se puede decir así. Y es fácil comprobarlo, piensa en tu último gran-problema-no-resuelto y pregunta: "¿Cuándo y cómo lo superaste?" Lo sensato -si, es un acto de sensatez- es que no lo superas, te acostumbras a una nueva fase, que conlleva frustración, tal vez depresión y aceptación, pero la superación es tan lejana, podría decir -sí, me atrevo a decirlo- poco humano. Se me hace inhumano el olvido, aunque es insoportable también, es mucho peso para hombros tan frágiles. Sí, el recuerdo contiene melancolía, tristeza, rencor. Pero vieras que la costumbre de estos nuevos momentos se me hace algo más humano que creer la posibilidad de olvidar personas. Se me hace todavía más humano que tirar recuerdos como si fueran fotos indiferentes que salieron mal en el último rollo.

**

Y es que de ti, ay, no sé nada, nada, nada.
Y es que no puedo verte a los ojos.
Y es que te tengo mucho temor.


(Creo que tengo un crush con Juan Son. Espero se me pase pronto. Si me lo preguntan en la vida real, lo negaré rotundamente).

La vida era más pasajera, Otoño, cuando aún podíamos nadar entre tus hojas

jueves, 9 de abril de 2009

Otoño, querido, te extraño tanto.
Con tus prendas color café y tu olor a miel.
Con esa tristeza tan tuya, innata,
que siempre nos acompaña al caminar.

Otoño, extraño sumergirme en ti.
No eres como este absurdo calor
que bajo sus sábanas no hay besos,
sino navajazos que surgen de las brasas.

Otoño, tus hojas ya no me cortan.
Estás tan ausente, tan irrepetible;
no es lo mismo este susurrar en mi cabello
sin el rastro de tus cenizas en el viento.

Otoño, sin ti las calles están limpias
y la una de la tarde es insoportable.
Pero, con cierto enojo, te entiendo:
el irte es un ciclo, ya está en tu naturaleza.
 
Design by Pocket Blogger Templates