This just feels like Spinning Plates

sábado, 30 de enero de 2010

Etílico es una de esas palabras que no me sorprenden

domingo, 24 de enero de 2010

Estoy un poco ebria. Decidí tomar demasiado porque era hora y sentí que debía, después de que el viernes fue un día horrible. Después de platicar, bailar danzón y discutir Heidegger, me di cuenta de algunas cosas:

1.- Estoy muy enamorada. Sí, pues. Si vamos a aceptar la realidad, es que estoy muy enamorada. Es una condición humana. Siento en la espalda de mi espíritu eso que Sócrates describió como el nacimiento de las alas cuando se ve al ser amado; siento esa comezón como cuando te sale una muela. Estoy muy enamorada y si lo peor está por venir, el mundo no me puede reclamar que jamás me enamoré incondicionalmente y que di todo lo que tenía para mantener ese amor. Ya si lo peor-peor sucede, Sócrates no me puede reclamar, sólo lo haría Baumann y me diría "Te lo dije". Pero así son los sociólogos.

2.-Mi mamá planea hacer algo. Lo planea, lo hemos discutido en familia y estoy casi casi al borde de la felicidad. Si lo legal lo permite, creo que seré más feliz.

3.- Me gusta mi trabajo. Pues sí, ojalá dure mucho.

4.- Es el todo y no la nada, porque para todos nos es más fácil eso de la satisfacción por tener todo que la satisfacción de tener nada (y ser feliz).

Y ya. Estoy ebria. Nada tiene sentido. Pronto: borrar este post y escribir algo más jocoso.

Carpe Diem.

A Time To Be So Small

viernes, 22 de enero de 2010

Tuve un mal día. Todo se me juntó y aunque salí ilesa y pude resolverlo todo, no pude evitar sentirme encasillada y liberada. Es una sensación rara, como si pudieras tener todo el control del mundo sobre los problemas que tienes pero decides consumirte en ira de manera terrible, como si fuera necesario aunque sea estúpido. Un amigo casi me ve llorar de coraje, pero le dije que mejor me iba a mi casa a comer. Muchísimo trabajo, perdí la posibilidad de tener algo súper (oh sí, el materialismo que no tienes), un viaje innecesario con el sol en la cara y sentada junto a un mara salvatrucha. Luego me enojé más y tiré mierda a diestra y siniestra. Llegué a casa y me dio resfriado. Intenté dormir y no pude. Ya después también me di cuenta de que no he hablado con uno de mis mejores amigos por 9 meses. Ya en la noche lloré tantito escuchando Interpol porque de plano me llegó (oye, el Antics es grande). Después de relajarme y después de un sushi riquísimo, me di cuenta de que nada es para tanto. Sí, hace tiempo que no me sentía tan engentada, pero salí ilesa, ¿No? Nadie se quejó y hasta personas me felicitaron. Sí, no tuve ese objeto de adoración material, pero bah, nada que no pueda conseguir con una ida al centro. ¿Un viaje innecesario? Ese tal vez sí estuvo medio feo porque el chofer era como fanático de Paul Van Dyke y pensó que sería bueno que todos lo escucháramos a todo volumen. Pero hey, tuve una paleta de coco con chocolate. Algo me dice que mi amigo regresará y volveremos a comer hamburguesas y hacer comentarios sobre la vida artística de Fey. Viene Muse a México y no sé si él está al extremo de la emoción saltando sobre su cama, como cuando se enteró que ese grupo vendría hace 2 años. Este año no iré a verlos. Y lo demás, bueno, no negaré de mi ingenuidad, pero todo se lo debo a la institución de la promesa. Porque si todo está bien, todo está bien, ¿No? Mi mamá hizo su deber-como-mamá y me apapachó y me dijo que todo está bien, que trabajo siempre habrá, que las cosas nimias siempre se comprarán y que el amor es raro e inconstante. Le llamamos a mi tia, quien me dijo que traerá un enrollado de chocolate de Guerrero, mi pan favorito. Leí en Bullet Park de Cheever que lo puro siempre empieza por lo limpio, así que accederé a arreglar mi cuarto, como si con eso evitaré el hecho de llenarme de stress una vez más. Y como siempre voy a esperar a que el día acabe, estoy ansiosa. Me quedaré en esta sillita, esperando a que el día acabe, esperando otro día de trabajo, más cosas súper que hagan cosas chéveres (y que pueda comprar), el amor (aunque sea raro e inconstante), chistes sobre Fey y un enrollado de chocolate de Guerrero.

El Ladrón De Chicles, Douglas Coupland

lunes, 11 de enero de 2010

La cuestión -continuó ella- es que sólo cambiaste un poco y sólo por una temporada. Te faltó el coraje para llevar a cabo la promesa criminal de tu adolescencia. Estabas demasiado loco como para convertirte en una buena persona. Te preguntas que por qué te miro con esta cara; bueno, pues ya puedes imaginarte el porqué.

Sábado/frío/té de fresa y vainilla

sábado, 9 de enero de 2010

Porque confusión no debería existir. El sentimiento de la duda, de la incertidumbre. La prueba de lo humano, de la conciencia, de que el árbol y la noche cambian. De que las nubes no son un error, Hegel. Pensar en todo lo malo que puede pasar, como si fueras el ingeniero civil de tu vida y tuvieras que calcular cuántos muertos habrá en la construcción. Pensar en las cosas buenas que pueden pasar, como si fuera un niño que leera el primer libro de su vida. Escribir, sentir algo, como si todo estuviera bien. Y quizás lo está. El sentimiento de que todo está en su correcto lugar. Pero el ingeniero civil, la Elsilla que lee su primer libro, con la ingenuidad de pensar que no hay libros malos en el mundo, mucho menos personas. Pero hay libros malos y hay personas malas. Hay libros que mienten, pero ellos pueden hacerlo, son construcciones, maleabilidad de mundos por el lenguaje. Hay personas que mienten, pero no se sabe bien por qué. Hay libros que amas y hay personas que también amas. Hay cuentos que te enamoran, hay una persona que hace cuentos que me enamoran. Hay un cielo y hay ideales. Hay personas y hay amor. Existen miradas, el roce de la mano. Hay besos en los libros y en mis labios. Pelo en los ojos, en los hombros. El calcetín perdido. La vida es el tiempo, la conciencia de que morimos. Como cuando Robinson Crouseau sabe cuánto lleva en la isla. La conciencia del tiempo, que es vida: un veneno.

Lo que todos ya sabemos I

martes, 5 de enero de 2010

Estaba limpiando mi cuarto y me encuentro un recorte de una revista. En el recorte hay un cuadro de Gustavo Abascal. Se ven unas manos, como si fuera un hombre sentado con ellas en su rodilla, como quien toma el café de las 5 de la tarde. A un lado dice "I hate these words: We need to talk". Y claro que sí. Sentado, con las manos en la rodilla. Es la pose del tenemos-qué-hablar. Después de esas palabras casi nada bueno sale. O son mentiras o son verdades. Es relativo. Y hace tiempo que esa frase no me sonaba tanto, hasta que encontré el recorte tirado atrás de una caja. Es que si usted viviera aquí, ya estaría en casa y tal vez, sólo tal vez, no necesitaría hablar.
 
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