Apología del pelo largo.

lunes, 7 de mayo de 2012

El otro día, haciendo un berrinche más por lo largo de mi pelo, me mandaron un texto que empieza así: "Hair is time". De ahí va diciendo lo bonito que es tener el pelo corto, que te hace espontáneo, libre, ligero y le da figura a tu rostro. El pelo largo, en cambio, es permanecer; es lo estático, lo que no queremos olvidar, nos escondemos en él.

Creo que es cierto.

Una de las primeras veces que me corté el pelo (después de habérmelo pintado de rojo), sentía la cabeza ligera. No era necesario darle una vuelta a la toalla y dejarla ahí a manera de turbante por un buen rato para que absorbiera la humedad, con el simple hecho de pasarla una vez por mi cabeza era suficiente y podía dejarla extendida en el toallero.

Pero el cabello largo también tiene su encanto. La manera en que vuela cuando el aire te pega en el rostro, el aroma a shampoo que deja cuando lo cepillas, lo sedoso que se siente cuando lo peinas con tus dedos.

El pelo corto es olvidar y dejar ir. El pelo largo recuerda, nunca olvida. Representa el rencor y el amor que no mueren.

El pelo largo pesa. Los años también.

El pelo corto es fácil de manejar. El pelo largo no; se enmaraña, se esponja y luego tiene partes resecas (pero en sus buenos días es brillante y manejable).

Y el pelo corto se peina rápido. Pero el pelo largo exige cuidado, quiere mimos.

Y cuando me hago dos trenzas francesas, un chongo gigantesco o cuando lo amarro en una coleta, pongo un poco de mousse en mi dedo índice derecho y con este lo enrollo para que se haga un precioso cairel, es cuando me digo: al diablo el pelo corto. Que los años, los amores, los odios y los olvidos me pesen en los hombros. Al fin que se me ven bien.

Verdad Traumática

martes, 8 de noviembre de 2011

Ese lado oscuro.
Aquella verdad traumática.
Esa violencia sin lugar en la posibilidad.
Ese instante que te hace sacudir la cabeza y decir "No, no".
La estigmatización: ¿Por qué está mal? ¿Por qué estaría bien?

Piensa como el trasgresor: Por tu libre albedrío, que si no...

Tal vez, sólo tal vez, escuchar esa verdad.

Somos capaces de tanto.

Dream On

lunes, 12 de septiembre de 2011

Hoy estuve a punto de un nervous breakdown, provocado por otra -sí, OTRA- noche de insomnio. Tuve que ir a trabajar y todo mundo me había preguntado qué me había pasado. Me lo preguntaban tantas veces que me daban ganas de decir que en vez de irme a dormir, me fui a un callejón horrible a que me golpearan con bats y me acribillaran con cutters. A la 1:00pm ya no aguantaba, por lo que resolví en irme a casa. Se supone debí quedarme todo el día, pero es la primera vez que sentía cómo mi cuerpo me odiaba. Y mucho.

Llegué a casa y mi tía me preparó un rico pollito en adobo, por lo que creo que Dios existe por ponerme en una familia que me reciba con un pollito en adobo. A las 3pm me dormí y cuando desperté, descubrí con horror que eran las 5 y que ya era muy tarde para mi terapia. Llegué corriendo y, claro, mi doctora me preguntó qué me había pasado, por lo que resolví en llorar y decirle que no tengo idea de qué me está pasando. Últimamente creo que me he estado presionando por tantas cosas, que cada día estoy perdiendo la noción de las mismas.

Hace poco vi una película que se llama Insidious. Me gustó mucho porque tiene este tema que me interesa mucho: viajar en los sueños. Es un tema raro. Estos días he tenido sueños muy raros, algunos donde despierto con sudor frío y otros donde de plano me levanto de la cama y corro a prender la luz, para después nada más sentirme un poco tonta por hacer eso. Uno de los sueños que tuve era muy al estilo de Ojos Bien Cerrados de Kubrick. Se supone el sueño empezaba conmigo en un coche y yo miraba fijamente el camino. Después de un larguísimo rato, me bajan del coche y me reciben dos tipos con máscaras, uno con una de payaso y el otro con una de caballo. Me sientan en una fiesta y me doy cuenta de que me empieza a sangrar el vientre. Después de paniquearme un rato, despierto en un cuarto donde está mi mamá. Ella me dice que cómo me encuentro y le digo que un poco mejor, que estoy bien. Ella me dice que no puede darme dinero por el momento porque es peligroso, "por esa gente". En eso se van las luces y estoy de regreso en la fiesta, sentada. Se escucha una canción de Björk y una persona se pasea por los invitados y pienso "no me toques". Claro que la persona empieza a tocarme de una manera muy libidinosa y yo resuelvo en levantar las manos y le araño la cara, gritándole que la odio. Se prenden las luces y veo que es una muchacha vestida de naranja y empieza a gritar que me saquen de esta elegante fiesta. Me levanto y voy apurada al coche hasta que llega el hombre de la máscara de caballo y me pega en la cara. Me despierto con mucho miedo y sólo se me ocurre prender la televisión. Volví a dormir un poco más tarde.

Y en fin, así han sido mis sueños últimamente. En Insidious, como decía, hay una parte donde el papá tiene que buscar al niño en una especie de mundo onírico-diabólico y al encontrarlo, hay otro problema: hay que regresar al mundo real. Es una cuestión muy bella y siento que me pasa algo así, no sé si con lo onírico, pero siento que me alejo un poco de quien soy, o al menos de lo que creo ser. Es más o menos como esto que dice Wittgenstein:

Hay un espacio mental en el que al dormir se puede viajar más o menos lejos y al despertar se produce un regreso desde mayor o menor distancia.


Siento que lo entiendo. Estoy despertando muy lejos.

Lambie

sábado, 20 de agosto de 2011

Sólo una vez nos vimos. Fue en Galerías insurgentes y fue por un ratito, porque tenía harta tarea y había visitas en la casa. Pero quería verte porque siempre vivías lejos y sonaba a que iba a ser una oportunidad única. Comías unas papitas y yo iba toda estresada por la visita, la tarea y no sé, porque siempre vivo estresada. Platicábamos muchísimo por msn. Me contabas chistes, nos pasábamos videos, música extraña. Te conté algunas de mis penas, me contaste las tuyas. A veces me hacías chistes crueles y cuando me enojaba, los entendías y cambiabas de tema.

Sólo nos tomamos una foto. No me gusta porque salgo muy mal y el flashazo te dio en la cara. No sé dónde dejé la foto, quiero pensar que no se quedó entre las cosas que perdí después de que formateran mi lap. Tal vez no nos vimos muchas veces y en estos últimos días no hablábamos mucho porque ya ni me conecto, no tengo tiempo de nada. Internet me aburre y si no estoy en la escuela o en el trabajo, dormir se ha vuelto mi máxima prioridad.

Y no me gusta pensar en las posibilidades de todo, pero me hubiera gustado hablar más contigo. Contestarte más largos los mensajes, pero siempre estoy cansada. Me hubiera gustado faltar a clases y haberte acompañado a Nortec. Me hubiera gustado pensar "qué diablos" y faltar el siguiente cuatrimestre a una clase, e ir contigo a Beirut. Me dijiste que como no voy, me ibas a grabar una canción. Y la voy a esperar.

Quizás estoy renegando. O estoy en la etapa de negociación, pensando que prometo contestarte mensajes más largos, ir a muchos conciertos y comprarte más papitas si regresas. Un día me mandaste correo, preguntándome por qué me escondía, pero creo que mi ritmo de vida no me deja creencia algunas, más que todos mis seres queridos estarán ahí, por siempre. Para mi. Soy una egoista. Y sé que no pasará. Sé que no pasará porque por algo me siento así: porque siempre pensé que estarías ahí. Aunque ya no nos hemos hablado, me sentía bien pensando que estabas... bien. Es difícil de explicar, como si aunque no existieran las pláticas larguísimas que soliamos tener, que vivieras y saber que estabas ahí para cualquier cosa, eso estaba bien. Soy una egoísta, una descuidada.

Seguiré esperando mi canción de Beirut.

Tres treinta y siete, am

lunes, 15 de agosto de 2011

De nuevo no puedo dormir. Demasiadas cosas en mi cabeza. Siento que el tiempo va tan rápido... Ya pasó mi primer cuatrimestre, dos materias las pasé con diez, la otra me avisan hasta el martes. Muchas cosas pasarán este martes. Me voy a Cuernavaca y me emociona la idea, porque quiero descansar un poco del DF. No recuerdo a quién le leí en twitter, que a veces hace falta extrañar a la ciudad; creo que es cierto. Me gustaron estos dos días que estuve lejos. Nadé en la piscina en horario nocturno, comí sushi y abracé a la botarga de la conejita Miffy que tienen en exposición allá. Me agrada descansar de la ciudad.

Por otra parte, ya está más o menos cerca mi cumpleaños. 24 años. Qué se dice de los 24 años? Espero que algo bueno. Pensaba cortarme el pelo, pero me gustaría esperar hasta los 25, creo que esa edad tiene un significado más bonito. No es que me importe mucho la edad, pero creo que es un buen sistema para ver qué tanto ha cambiado uno, a lo largo de los años. Yo, orgullosamente puedo decir que me alegra no ser mi versión de los 22 años, tan conformista, tan mediocre. Me alegra tener trabajo, casa, familia y toda mi frivolidad. Me alegra no ser tan dramática, me alegra ya saber elegir a la gente que está conmigo. Y esas cosas, pues.

La cabellera.

sábado, 25 de junio de 2011

Desde que tengo el poder del recuerdo, siempre me ha gustado mucho traer el pelo largo, un poco abajo de los hombros. El día de hoy acompañé a mi mejor amiga de la universidad a que se cortara el pelo y le quedó tan bello, que me quedó esta sensación de "quizás, sólo quizás, sería bueno traerlo corto una vez más". Lo más corto que lo he traido fue abajo de la oreja, lo suficiente como para poder amarrarlo, no tan aventurado. He buscado algunos cortes de pelo en internet y hay dos que me llaman la atención, un corte asimétrico y otro que es corto pero con un fleco francés precioso. "¿Me veré bien con eso?", la duda me invade como secundariana que irá a su primer día de clases, con un uniforme nuevo.

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Mi primer día de clases en la secundaria lo recuerdo bien clarito. Llegué tarde. La gente que me conoce sabe que detesto llegar tarde a algún lado, pero no fue mi culpa; en esos día yo tenía transporte escolar, se le hizo tarde al señor que nos llevaba a la escuela y fin de la historia. Yo iba con mi uniforme completamente nuevo, el cual consistía en una falda súper incómoda, una camisa blanca que daba mucho calor y un moño enorme, que parecía de gatito de mansión. Yo iba muy emocionada, me gustaría hasta exagerar y decir que mi moño en el cuello era el más grande de entre todos los moños de las niñas de ese colegio. Quisiera que eso fuera verdad, porque así me sentía.

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No sé bien si cortarme el pelo. Otra duda que tuve es, ¿Por qué tener el pelo largo? Mi mamá y mi tía lo tienen corto, obvio mi papá y mi hermano también. Pero mi pelo en esta casa siempre se ha distinguido por ser largo, ondulado y bonito. No es pecar de presunción, pero lo cuido demasiado como para no decir lo bonito que me parece mi pelo. A veces siento que el pelo largo tiene más vida, es más maleable, te permite cambiar. Es negro, un negro precioso, con alguna canas por ahí. En mis mejores besos, los chicos han jugado con los pequeños rizos que se forman al final de mi cabellera.

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Mi último mejor beso (de esos que no olvidas y que en el tiempo que duran todo es nítido y piensas que estás haciendo algo bello, hermoso y hasta correcto) fue en el metro. Hacía mucho frío y, como siempre, pensé que lo hacía con la persona correcta. Pero no te hablo de la persona, te hablo de mi pelo. Estábamos abajo del ventilador del aire acondicionado del metro y yo iba con el pelo suelto y mi fleco muy bien planchado, porque a simple vista me veía bien de esa manera. Si te clavas en la textura de mis detalles físicos, quizás ya no sea tan atractiva, como mis ojeras enormes o la manchita blanca que tengo en mi diente de conejo izquierdo. En fin, unos momentos antes de que yo bajara de dicho transporte, el aire acondicionado empezó a funcionar a todo lo que daba y yo llevaba una bufanda negra italiana que me había comprado hace años para la boda de una amiga. También llevaba un abrigo negro(+) y él llevaba una gabardina negra larga, de esas con las cuales los hombres se ven bien, se ven elegantes: se ven masculinos. Y antes de bajar en mi estación correspondiente, me besó y hasta tuve que ponerme de puntitas para responder el beso como se debía. En un entreabrir de ojos vi cómo volaba mi bufanda y el pelo se me alborotaba un poco, casi como si fuéramos la escena perdida de un par de jóvenes en un coche en movimiento, algo tan cursi y hermoso como si fuera de película de la nouvelle vague. Cuando el metro se detuvo, recuerdo cómo él ponía un mechón de mi pelo detrás de la oreja y salí rápidamente de ahí, no sin antes rematar con un piquito, como acostumbro hacer en esos casos. Uno nunca sabe si la persona es la indicada (posteriormente ya no recuerdo otro emocionante, sólo besos promedio [y hasta aburridos]); pero algo dentro de mi sabía que ese momento, con el pelo en el aire, la bufanda trémula y mis manos bajo su gabardina: todo ahí era correcto y sensato.

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Tampoco es que le ponga miles de químicos. Todo en el arreglo del pelo es el ritual más femenino que tengo. Primero lo seco un poco para que no me duela la cabeza en la tarde, aplico un poco de crema para peinar, para que no se esponje cual gatito enojado. Cepillo un poco (depende de cómo me vaya a peinar), plancho mi flequito y al final agrego un poco de mousse y aceite para que brille y cierren las puntas. Odio que en el trabajo no me dejen llevar fleco.

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Hubo este tiempo en que por el trabajo, dejé de alaciarme el fleco. No me corté el pelo en meses y me sentía triste. Me sentía desarreglada y eso me afectaba anímicamente.

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Y tengo esta teoría de que el pelo reacciona dependiendo de tu estado de ánimo. Como cuando no duermes nada y el pelo está todo feo y no se hace ondulado. Igual y hasta resulta imposible de peinar. Hay veces en que duermes bien y hasta parece que en vez de ondulado, son rizos naturales. Me gusta esa teoría. porque entonces el pelo también se vuelve algo vivencial, lo cual lo hace más hermoso.

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Un día me pasó algo terrible. Y ese día, mi pelo estaba lacio y triste.

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Entre más lo pienso, creo que no me quiero cortar el pelo. Quiero plancharme mi flequillo, peinarlo con dos trenzas, dejarlo suelto mientra tengo la cara frente al ventilador de mi casa. Dejar dos mechones junto a las orejas y hacerme una colita de caballo. Quiero que un día, mientras baile, se mueva libre.

Me gusta mi cabellera, porque la pueden sostener mientras me besan. Porque puedo peinarme con las uñas cuando estoy nerviosa. Porque pueden poner un mechón atrás de mi oreja. Porque es negro, un negro lindo.

Amo a mi cabellera, con todo y sus canas y su ira ondulada.

Amo mi cabellera porque, más que un conjunto de pelo, me gusta pensar que son todos esos recuerdos de preparatoria y secundaria, todos esos besos fugaces que me han dado. Es un conjunto de todas esas veces en que mi corazón se ha roto.

Un corazón en la pancita.

lunes, 2 de mayo de 2011



Hay un miedo muy simpático al exterior. Pero no es gratuito, oh no. Quitarse esta venda de los ojos, arrancarse la ingenuidad como quien se quita una ramita clavada en el dedo meñique. Y pocos queremos hacerlo, pensamos -aún- que es un mundo bueno y enorme, con corazones en nuestras pancitas. Como Carrie, con el vestido blanco, "es una gran noche", se piensa.

Hasta que la cubeta cae. Y no es agua lo que hay en ella.


Young At Heart

lunes, 28 de marzo de 2011

Las canciones viejas me ponen muy triste. Siento que es por esta imagen que todas ellas dan: la de una vida hermosa y burguesa que me gustaría vivir, pero me veo muy lejana a todo eso. Es como si fueran recuerdos que jamás viví, pero son tan nítidos en mi cabeza, que son casi palpables. Como si alguna vez hubiera tenido un vestido de gala, una cigarrera de plata o algún objeto que mereciera un amor indescifrable por su valor sentimental. O como si alguna vez hubiera bailado con Fred Astaire hasta que el sol se asomara por la ventana o tomar una copa de vino mientras hablamos de esos viajes a Nueva York que nunca hicimos. Y estos días me aburren, la juventud (como grupo social) me aburre, todos ellos me aburren. Y un día me dicen "te gusta ir a beber a puro lugar de viejito". Y quizás sí. Quizás porque no hay música a decibeles obscenos, porque no hay parafernalia absurda, porque puedes platicar a gusto. Y es un consuelo cargarle la culpa a los demás, porque tal vez soy yo la aburrida. La que gusta de imaginar una vida linda, cómoda, bailar lento. Recordar esos besos que fueron y que al parecer ahora nunca pasaron. Tirar los sueños al mar, para ver cómo se hacen espuma.

Y este es el espíritu del '87: con un corazón de 70 años. Pero en su propio tiempo, en su propio paso, es jovial. Tan jovial como nuestros besos en Manhattan, como los cigarrillos de buena calidad, como un buen juego de dominó en un domingo cualquiera. Y el problema: nadie baila como tú, Fred Astaire. Nadie es tan joven como tú, Sinatra.

Jamás superaré esta canción

lunes, 14 de febrero de 2011



Sé que es un argumento fácil eso de "tenía los sentidos alterados", pero ese día, en que -dah- tenía los sentidos alterados, esta canción hizo click en mi cerebro y ya no hay vuelta atrás. Salve The Knife. El mundo es mejor por la sola idea de que estas canciones existen.

No he escrito tanto, eso me pone un poco triste. Mucho tiene que ver, con mucha vergüenza lo digo, a que me he sentido muy cansada, tan cansada que me cuesta siquiera seguir escribiendo estas líneas. he cerrado la ventana 3 veces por la misma razón. Pero creí conveniente seguir escribiendo. Escribir que las cosas van. Que la vida no se cansa y yo sí. Estoy bien, sólo cansada. Muy cansada. Necesito el faro.

Don't give up your lover tonight

lunes, 20 de diciembre de 2010

 
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