Young At Heart

lunes, 28 de marzo de 2011

Las canciones viejas me ponen muy triste. Siento que es por esta imagen que todas ellas dan: la de una vida hermosa y burguesa que me gustaría vivir, pero me veo muy lejana a todo eso. Es como si fueran recuerdos que jamás viví, pero son tan nítidos en mi cabeza, que son casi palpables. Como si alguna vez hubiera tenido un vestido de gala, una cigarrera de plata o algún objeto que mereciera un amor indescifrable por su valor sentimental. O como si alguna vez hubiera bailado con Fred Astaire hasta que el sol se asomara por la ventana o tomar una copa de vino mientras hablamos de esos viajes a Nueva York que nunca hicimos. Y estos días me aburren, la juventud (como grupo social) me aburre, todos ellos me aburren. Y un día me dicen "te gusta ir a beber a puro lugar de viejito". Y quizás sí. Quizás porque no hay música a decibeles obscenos, porque no hay parafernalia absurda, porque puedes platicar a gusto. Y es un consuelo cargarle la culpa a los demás, porque tal vez soy yo la aburrida. La que gusta de imaginar una vida linda, cómoda, bailar lento. Recordar esos besos que fueron y que al parecer ahora nunca pasaron. Tirar los sueños al mar, para ver cómo se hacen espuma.

Y este es el espíritu del '87: con un corazón de 70 años. Pero en su propio tiempo, en su propio paso, es jovial. Tan jovial como nuestros besos en Manhattan, como los cigarrillos de buena calidad, como un buen juego de dominó en un domingo cualquiera. Y el problema: nadie baila como tú, Fred Astaire. Nadie es tan joven como tú, Sinatra.

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