La verdad es que qué preciosidad.
Lea usted el poema y sea.
Sí, sea.
Porque para estas cosas, no se tiene que estar de un modo.
Simplemente se tiene que estar.
Lágrimas
¡Amor celestial, delicado! Si de ti me olvidara,
si yo, oh vosotras, desafortunadas,
ardientes, cubiertas de ceniza
y yermas y abandonadas,
¡amadas islas, ojos del mundo maravilloso!
pues soy el único a quien conmovéis,
riberas donde el idólatra amor
expía su culpa sólo ante los celestiales.
Harto agradecidos sirvieron allí
los santos en días de belleza
y los iracundos héroes; y un sinnúmero de árboles
y de ciudades allí se alzaron
visibles, semejantes a un hombre absorto; ahora
los héroes están muertos, las islas del amor están
desfiguradas; así ha de estar, engañado,
desatinado incluso, por doquier el amor.
Oh, tiernas lágrimas, no ceguéis del todo
la luz de mis ojos; un recuerdo, al menos,
para que muera con nobleza, permitid
engañosas, furtivas, que me sobreviva.