De golpe, se encontró llorando. Lo asombraban esas lágrimas. Martine se fue, el póster está deteriorado, la casa se está desmoronando; no hay comida en la cocina. Esto es terrible -pensó- y no lo entiendo.
La nave lo entendía. la nave había estado monitorizando cuidadosamente las ondas cerebrales de Victor Kemmings, y la nave sabía que algo andaba mal. Las formas de las ondas mostraban agitación y dolor. "Debo sacarlo de este circuito de alimentación o lo mataré", decidió la nave. "¿Dónde está la falla? preocupación latente en el hombre; ansiedades subyacentes. Tal vez si intensifico la señal. Usaré la misma fuente pero subiré la carga. Lo que ha sucedido es que inseguridades subliminales masivas han tomado posesión de él; la culpa no es mía sino que reside, en cambio, en su configuración psicológica".
[...]
—Me quedaré contigo hasta que para ti sea real —dijo Martine.
—Trataré de revivir la parte de la gata —dijo él—, y esta vez no alzaré a la gata y no le dejaré cazar el pájaro. Si hago eso, tal vez mi vida cambie y encuentre la felicidad. La realidad. Mi verdadero error fue separarme de ti. Mira, te atravesaré con la mano. —Le apoyó la mano en el brazo. La presión de los músculos de él era fuerte; ella sintió el peso, la presencia física de él contra ella. —¿Ves? —dijo él—. Pasa a través de ti.