1.- Me compré un abrigo. Fui disparada a la tienda pensando que me compraría una chamarra que tiene el cierre al lado derecho y que se veía coquetísimo. Entré y ya no estaba esa prenda. Pregunté a una de las chicas si podían preguntar si estaría por ahí esa chamarra y me dijo que lo iba a chequear. Recorrí la tienda y ahí estaba, este abrigo negro, con los hombros bombachos y largo. Me encantan los abrigos. Lo tomé, me lo probé y el primerito que tomé me quedó. Lo abroché, hice un moñito con la cinta y lo amé inmediatamente. Había otros color café, moka, rojo y este, negro brillante. De curiosidad me probé el rojo y no, es un color prohibido para mi, a menos que sea carmín. Y es que pasa el tiempo y te conoces, ¿No? Yo, por ejemplo, estoy segura que el morado y el turquesa me van bien. Del morado me lo han dicho muchísimas personas, el turquesa es mi segundo color favorito, así que me lo adjudico. La chica regresó diciendo que la chamarra ya no la tendrían sino hasta la siguiente semana y le dije que no importaba. El abrigo era tan bonito. La tela, la caída no era tosca como sucede con otros abrigos. Lo compré y fui feliz.
2.- Me sobró dinero. Pasé a otra tienda y me compré un suéter estilo César Costa en Papá soltero. La paleta de colores es hermosa: café, rosa y beige. Son colores muy femeninos, si me preguntas. Me lo probé y también fue amor a primera vista. Y, oh sí, qué sorpresa: el precio justo. Estas cosas pasan y me hacen feliz.
3.- Hoy me puse una falda negra larga. Tiene años que no la usaba, pues ya la daba por perdida. Ordené mi cuarto de pies a cabeza y ahí estaba, perdida en el clóset. Los olanes volando, con mucha gracia. Soy una mujer tan superficial, que lo mejor que puedo hacer al respecto es disfrutarlo.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)