Apología del pelo largo.

lunes, 7 de mayo de 2012

El otro día, haciendo un berrinche más por lo largo de mi pelo, me mandaron un texto que empieza así: "Hair is time". De ahí va diciendo lo bonito que es tener el pelo corto, que te hace espontáneo, libre, ligero y le da figura a tu rostro. El pelo largo, en cambio, es permanecer; es lo estático, lo que no queremos olvidar, nos escondemos en él.

Creo que es cierto.

Una de las primeras veces que me corté el pelo (después de habérmelo pintado de rojo), sentía la cabeza ligera. No era necesario darle una vuelta a la toalla y dejarla ahí a manera de turbante por un buen rato para que absorbiera la humedad, con el simple hecho de pasarla una vez por mi cabeza era suficiente y podía dejarla extendida en el toallero.

Pero el cabello largo también tiene su encanto. La manera en que vuela cuando el aire te pega en el rostro, el aroma a shampoo que deja cuando lo cepillas, lo sedoso que se siente cuando lo peinas con tus dedos.

El pelo corto es olvidar y dejar ir. El pelo largo recuerda, nunca olvida. Representa el rencor y el amor que no mueren.

El pelo largo pesa. Los años también.

El pelo corto es fácil de manejar. El pelo largo no; se enmaraña, se esponja y luego tiene partes resecas (pero en sus buenos días es brillante y manejable).

Y el pelo corto se peina rápido. Pero el pelo largo exige cuidado, quiere mimos.

Y cuando me hago dos trenzas francesas, un chongo gigantesco o cuando lo amarro en una coleta, pongo un poco de mousse en mi dedo índice derecho y con este lo enrollo para que se haga un precioso cairel, es cuando me digo: al diablo el pelo corto. Que los años, los amores, los odios y los olvidos me pesen en los hombros. Al fin que se me ven bien.
 
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