Lugar

miércoles, 28 de febrero de 2007

Hace unos días me compré unas palomitas garapiñadas.

(Porque soy fans de las palomitas garapiñadas).



Hoy decidí comerlas, porque no sólo se pueden contemplar, son para degustar.

Sin embargo, entre esa bolsita llena de palomitas, descubrí...



Un cacahuate.

Me le quedé viendo unos momentos.

"Fuera de lugar" fue lo primero que pensé.

Sin embargo, el cacahuate también estaba garapiñado.

"Fuera de lugar, pero adaptado"

Concluí.

Usted tiene derecho a permanecer en silencio. Cualquier cosa que usted diga, puede ser usado en su contra en corte de ley.

jueves, 15 de febrero de 2007

Creo que espero mucho de la gente. Ultimamente he pensado en eso de lo que la gente me provoca y, la verdad, es que ya no me sorprende. Oh, dios, el azote. Me golpeo la cabeza contra la pared y me harta estar así. No vale la pena estar así, desde cuándo. Dígame usted, Juez, desde cuándo.

He dormido muchísimo y no entiendo por qué, yo no soy así. Supongo que estoy deprimida, yo no puedo con estos procesos químicos. En fin, le decía, he dormido muchísimo. Hoy en mi primera clase sólo estuve leyendo un poco, nada raro. Pero luego, oh dios, luego la segunda clase. Me dormí, caí rendida ante el sueño. Me recargué en la pared y, de un momento a otro, ya no oía a la profesora. Sólo escuchaba "el lenguaje nos hace humanos, nos hace..." y perdí la noción del tiempo-espacio. Todo se oscureció y caí en el trance. Soñé un par de veces, nada importante, como que hablaba con alguien y despertaba un poco, sólo para ver si la maestra me podía ver. Es lo bonito de sentarse hasta atrás. No me veía, podía dormir deliciosamente. Tomé la chamarra de mi amigo L. y dormí sobre esta. Varias imágenes, un trance bonito. Desperté un poco, sólo para escuchar las conclusiones de la clase y ver cuál era la siguiente lectura. Después fui a comer con unos amigos, regresé a mi casa y seguí el trabajo de siempre.

Juez, lo que me hace difícil todo esto es que todos me dicen que la vida siempre depara algo bueno. Mire usted, muchos profesores me dicen que qué buenos trabajos hago (si al menos fuera un poco más cumplida o algo así), los compañeros me dicen que notan mi ausencia en la escuela y eso. Me provoca náuseas porque básicamente qué con eso. Qué con que falte, qué con que mis trabajos sean buenos, qué con que ya medio sepa leer un poema en francés, nada de eso importa si ni siquiera yo sé si vale la pena poder hacer todo eso, mucho menos tenerlo en cuenta, saberlo.

O también cuando la gente me dice algo, me anima pero, al final, no hay nada más. Es magia instantánea y, por tanto, finita. Sin embargo, y se lo digo ante toda la corte, tal vez estas cosas son valorables por que su duración se mide en lapsos. Siempre he sido de esas personas que llegan en el apogeo de una situación. Sin embargo, como usted bien sabe, después del apogeo, viene la decadencia, cuando ya no me necesitan: un cero a la izquierda, como dicen por ahí.

Sin embargo, Magistrado, hagamos esto más ameno. Digamos que en todo esto me siento como en un sitcom de sony que vi hace unos días: Todos están comiendo en una mesa, platicando, riendo, contando qué harán con sus vidas. Al final alguien pregunta: What about Brian?. Algo así, su Señoría. Siento que soy esa persona por la cual preguntan al último. Bueno, en fin, tal vez no me debería importar, pero es que de hecho así lo siento. No me puede culpar de eso, no me puede decir que estoy fuera de lugar. Que sí lo estoy, pero no en ese sentido jurídico.

Perdón, sé que me desvié del tema con esa referencia. El abogado tiene razón al objetar. En fin, le decía, qué triste eso de que no haya nada más. Salgo a la calle y, no sé, espero ver algo más que carros tocando el claxón, la señora comprándole papitas a su hijo. Espero, no sé, que cuando llegue a la escuela y encienda mi cigarro... no sé, lo que sea. Quiero un cigarro, por eso lo mencioné. ¿No se puede fumar aquí? Oh, bueno, al menos lo intenté.

Es la pérdida de todo, su señoría. Siempre preguntarán al último por mí y yo tomaré esa actitud arrogante de decir "qué pasa con la gente que no la entiendo". Porque es en serio, no la entiendo. Por eso no necesito de su sentencia, puesto que, por mi parte, ya no quiero hacer nada. No quiero esperar nada de nadie y pues, bueno, yo creo que por la manera en que me ve, a usted también le parece razonable. No nos mienta, ¿usted también está bajo juramento? Bueno, esta bien, no adentraré en el tema, pero yo sé que a usted también le aburre la gente y, así como puede decirle una chica de 19 años -casi 20- que no espera nada de nadie, bien otro puede venir y decirle que violó a una mujer, le cortó la cabeza y la metió a la pecera, pero se declara inocente. Y usted lo único que hace es suspirar y decir Yey. Bueno, ya.

Señoría, no digo más. Luego hablo demasiado. Es sólo que... no sé. Es la gente, tan desinteresada. No haré más, se lo juro, por mis ojos. Andaré por ahí, esperando algo que me haga recuperar esa felicidad bobalicona que me llega de vez en cuando. Otro proceso químico. Usted sabe a qué me refiero, ya me cansé de ser la primera y última palabra donde, de hecho, tal vez soy la única en la discusión.

Ultimamente creo que la magia se ha perdido hasta en un... No, olvídelo. Creo que no he llegado a ese extremo, conservo un poco de esperanza. O no lo sé. No se lo diré, porque todo lo que digo, queda grabado. Mejor ahí muere. Además, no olvide usted, puede ser usado en mi contra.

Ya juez, dígalo, sin miedo, que yo le acompaño.

Yey, dijo el juez.

-Otra Vez-

domingo, 11 de febrero de 2007

Hoy me acosté más temprano de lo acostumbrado y me dio el típico insomnio -otra vez-. Me acuesto y estoy alerta, me levanto y me muero de sueño. Es algo insoportable, porque, por lo común, cuando estoy en cama, alerta, pienso cosas que, de hecho, no me hacen posible el sueño. Siento -otra vez- esa sensación de soledad que sólo me hace pensar en la pesadumbre de las cosas. Y cuando vengo a distraerme, a escribirlo, no me nace. Así soy yo, siempre guardándome todo.

Me gustaría a veces saber qué me espera con todo lo que pasa por mi mente. Qué hay detrás de cada verdad que digo y de cada mentira que escondo. O viceversa, que suele pasar. Y no sólo eso, quisiera saber qué hay detrás de cada mentira que me dicen. Porque las cosas son así.

Ah, no sé qué hacer.

Me gustaría creer. Todo eso. Ya sabes.

Pero ya, basta.

-Otra vez-

Basta.
 
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