Crisis II

viernes, 28 de marzo de 2008

Cuando uno habla con la verdad, existe una faceta común que se manifiesta en nerviosismo, los ojos mirando a todos lados menos a donde uno debe y un manejo de la palabra lento, esperando expresar con las palabras correctas, las emociones y sentimientos correctos. Cuando uno por fin ha dicho las cosas y se sigue al siguiente tema, queda una especie de hueco (justo donde va el corazón, pero eliminemos esa imagen; en estos días, en estos tiempos, esa imagen hiede), que no sabes en qué momento nació, pero se siente, más que nunca. Esa es, tal vez, una prueba de que se ha hablado. Pero hay algo que no. Que simplemente no. No.

4 comentarios:

sirako dijo...

a mí me pasa igual pero cuando miento.

Mœxtazzo dijo...

Yo siento (y, curiosamente disfruto) el rush de adrenalina cuando uno encara a la gente. Desde cosas tan simples como el concurso inesperado de miradas fijas con extraños en un autobús, hasta hablar con el jefe/profesor y, arriesgando la seguridad de la conformidad, decir lo que uno piensa.

A veces recuerdo y me digo que sólo entonces estuve realmente viviendo. (Si bien eso me lleve a pensar luego en sexo)

Ōkami dijo...

sin verdad nos enfrentamos al vacio? no tenemos nada propio? o cómo?

Anónimo dijo...

y a mí me pasa cuando me dicen la verdad

 
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