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El lenguaje es una piel: yo froto mi lenguaje con el otro. Es como si tuviera palabras a guisa de dedos, o dedos en la punta de mis palabras. Mi lenguaje tiembla de deseo. La emoción proviene de un doble contacto: por una parte, toda una actividad discursiva viene a realzar discretamente, indirectamente, un significado único, que es "yo te deseo", y lo libera, lo alimenta, lo ramifica, lo hace estallar (El lenguaje goza tocándose a sí mismo); por otra parte, envuelvo al otro en mis palabras, lo acaricio, lo mimo, converso acerca de estos mimos, me desvivo por hacer durar el comentario al que someto la relación
Roland Barthes (Fragmentos de un discurso amoroso).
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Este lenguaje íntimo, tan propio, es como si uno hablara un idioma y la otra persona hablara otro, pero que aún así se entendieran. En el momento en que uno diga "¿Qué dijiste?" y el otro tampoco entienda la pregunta, es que el lenguaje ha desaparecido o, mejor dicho, ha devenido olvido.
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Hablar amorosamente es desvivirse sin término, sin crisis; es practicar una relación sin orgasmo. Existe tal vez una forma literaria de este coitus reservatus: es el galanteo.
También Roland Barthes.
1 comentarios:
Qué bonitas cosas escribes Buba, y qué estocada al corazón cuando citas.
Mis más sinceros saludos y buenos deseos hoy y siempre!
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